Dedico este cuento a mis profes del taller de ilustración Francisco Javier Olea y Alberto Montt, quienes hicieron posible la realización de esta maravillosa historia. También a Rodrigo Izquierdo; gracias a su apoyo y amor pude emprender esta hermosa aventura. Y, por último, a todos los niños de hoy, que nos guían en la vida a través de su cándida luz.
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